Nota 6
Tratado de la Divina inspiración de las santas
Escrituras
Enfoque
1. El tratado de la Divina inspiración
de la Sagrada Escritura es uno de los cuatro tratados clásicos (como indicamos
anteriormente), que conforma las asignaturas introductorias al estudio de la Biblia,
esto es:
- Inspiración
- Canon
- Texto
- Interpretación
Hay otras materias auxiliares, como, por
ejemplo:
- Geografía de la Biblia (Antiguo
Testamento y Nuevo Testamento)
- Contorno histórico-cultural de la
Biblia: Civilizaciones antiguas que se relacionan de modo directo con la
Biblia.
2. El Tratado de la Divina inspiración
de la Escritura es un tratado directamente teológico. Y puedo desarrollarlo de
esta manera:
1.
Después
de una definición del asunto de que se
trata,
2.
Puedo
hacer un recorrido histórico de cómo se
ha estudiado el tema en las diversas etapas de la historia de la Teología:
- Cómo lo han
estudiado los Padres.
- Cómo lo ha
estudiado la Edad Media y especialmente la Escolástica (muy en concreto santo
Tomás de Aquino).
- Cómo se ha
estudiado en siglos posteriores.
Esta parte no es
directamente teológica, sino histórica, informativa. Ayuda a la Teología en
cuanto que suscita problemas y nos pone en conocimiento de cosas que hay que
solucionar, o, al menos, de cosas que en otros tiempos había que estudiar,
porque respondía a preguntas que los interesados se formulaban. Pero, al mismo
tiempo, puede ralentizar la Teología,
si nos enredamos en tratar de responder a preguntas que el cristiano no se las
hace, o que, incluso, pueden estar desenfocadas. En esta hipótesis hacemos una
teología de arcaísmos.
3.
Y
finalmente estudio el asunto en sí: la inspiración y las referencias que
implica. Las referencia de la inspiración son tres:
- El hombre: el hagiógrafo y la obra.
- La Iglesia, destinatario de la
Escritura.
- Dios, que da los libros santos a su
Iglesia, a través de los hagiógrafos.
Advertimos, ya desde el principio, que
la Teología es gracia para la Iglesia, gracia santificante para el estudioso
que la activa y para el destinatario de la recibe, pero que también el hombre
Teólogo puede atorarse en cuestiones que no tienen salida, que no suscitan una
respuestas salvífica y que estás más cercanas a los “vaniloquios” que a las
“palabras de salvación”. A estas cuestiones se les puede aplicar, al menos en
parte, aquella consigna que encontramos en la cartas pastorales, dirigida por
Pablo a Tito: “Evita discusiones necias, genealogías, contiendas y disputas
sobre la Ley, porque son inútiles y vanas” (Tt 3,9).
Acercamiento del
teólogo a la Divina Inspiración de la Escritura
El teólogo se acerca a la divina
inspiración de las Escritura con espíritu reverencial. Sabe desde el primer
momento que allí está Dios, que habla. El teólogo estudia las Escrituras no
como erudito, sino como creyente. Le resulta del todo familiar el aviso de la
Segunda carta de Pedro:
“Contamos
también con la firmísima palabra de los profetas. Hacéis bien en prestarle
atención como si fuera una lámpara que ilumina un lugar oscuro, en espera de
que despunte el día y surja en vuestros corazones el lucero de la mañana. Pero,
ante todo, tened presente de que ninguna profecía ´puede interpretarse por
cuenta propia, pues nunca profecía alguna fue fruto de la voluntad humana. Los
profetas fueron hombres que hablaban de parte de Dios movidos por el Espíritu
Santo” (2Pe 1,19-21).
Este pasaje y el texto de 2Tim 3,16 son
clásicos como punto de partida desde la Escritura para un Tratado sobre la
Divina inspiración. Dice el aludido pasaje paulino:
“Toda Escritura
es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para
educar en la justicia”.
Ambas son afirmaciones que dicen y dan
por supuesto para que el cristiano, al que van dirigidas, la Sagrada Escritura
es un “corpus” de libros aceptados, libros por los cuales Dios ha hablado y
sigue hablando y los ha confiado a la Iglesia. La Iglesia, pues, es la
instancian central para tratar sobre la Divina
inspiración.
LOS TRES PUNTOS CENTRALES.
El Hagiógrafo – La Iglesia – Dios
El Hagiógrafo
1. Los libros sagrados están escritos
por autores a los que, dada una cualidad especial, llamados Hagiógrafos:
escritores sagrados, o escritores de cosas sagradas. Nada hay en la Biblia que
no haya sido por un autor humano, en las mismas condiciones que escribe un
autor humano. Hablando teológicamente decimos:
- Dios es autor de los libros de la
Escritura.
- El hombre es autor de los libros de la
Escritura.
2. La inspiración bíblica debemos
entenderla a la luz de la Teología de la Encarnación. Nada humano – salvo el
pecado – es indigno de la Encarnación, y todo lo humano ha sido asumido en la
encarnación.
Un escritor puede ser un mero “artesano”
de la palabra o un “artista” de la palabra. Y Dios puedo tomar a un artesano de
la palabra o a un artista de la palabra, igual, absolutamente igual, sin que
por ello Dios tenga que hacerse Poeta en el mero Artesano de la palabra. Y la
palabra que se crea y sale es igual de inspirada en el Artesano que en el
Poeta.
Esto para salir al paso de las
afirmaciones que ha ido formulando la Teología Dogmática, a la hora de
desentrañar el entramado misterio del proceso de la obra inspirada. Efectivamente,
en virtud del dogma de la inspiración, Dios, Autor del libro sagrado, ha asistido al Autor Humano para que este
escribiera:
- Todo lo que Dios quería.
- Y solo lo que Dios quería.
A lo cual también hay que añadir, puesto
que el Autor Humano es autor total (como Dios es Autor Total):
- Todo lo que el autor, en última
instancia, ha querido.
- y solo aquello que, en última
instancia, ha querido.
3. Por lo mismo, si analizamos la
radiografía de los componentes humanos
en unidad, es decir:
- Facultades sensitivo-imaginativas,
primeros emisarios del conocimiento.
- Entendimiento humano y cosa entendida.
- Voluntad que me moviliza todo cuanto
está a su alcance.
- Facultades operativas para llevar a
cabo las órdenes de la voluntad,
TODO ESTO ESTÁ PENETRADO DE LA
INSPIRACIÓN DIVINA.
Al mismo tiempo que todo esto está
penetrado del “esfuerzo e inspiración” humanos, si la obra ha de atribuirse por
entero al autor humano, como así es.
4. Este tratamiento del ser humano en la
inspiración de la Escritura se puede prolongar y desmenuzar largo y tendido en
una casuística que, al final, nos puede resultar tan agobiante como estéril.
Pero históricamente asís e ha tratado.
La Iglesia
La Iglesia es la receptora y guardiana
del carisma de la inspiración. Desde esta perspectiva decimos:
1.
Si
se puede estudiar la inspiración como carisma que incide en la psiquismo del
individuo (alma, vida y corazón), también se puede estudiar como carisma
otorgado al corazón de la Iglesia.
2.
Es
más importante – y por lo más acertado – estudiar el carisma de la inspiración como carisma eclesial que como carisma
individual.
3.
La
Iglesia, como tradición viviente de Cristo, sabe que requiere unos libros en
los cuales la Palabra Encarnada sea Palabra Sacramentada.
4.
La
Iglesia, en virtud de su propia identidad mantenida en una Tradición viviente,
se ha sentido con la autoridad conferida por Cristo en qué libros se suministra la Palabra Sacramentada.
5.
La
Iglesia, que se autodefine como “apostólica”, experimenta y reconoce que todo
lo que lleva la autoría de los Apóstoles, el Señor lo ha entregado como palabra
inspirada a su Iglesia. Y este es el nacimiento del conjunto de libro del Nuevo
Testamento.
6.
La
Iglesia, ateniéndose al uso que los Apóstoles (y la generación apostólica) ha
hecho de los libros sagrados de la tradición anterior, los ha ido identificando
como libros apostólicos.
7.
El
escudriñar por qué íntimo procesos la
Iglesia llega a este conocimiento, es decir el “psicologizar
teológicamente” una cuestión que, ante todo, es de vivencia eclesial (cosa que en sí misma no parece vedada al
conocimiento), puede llevarnos a un enredo de vericuetos sin salida, o, al
menos, sin salida para al eficacia del anuncio.
Dios, autor del
don de la obra
Para iniciar, con alguna referencia
comparativa, la explicación de la inspiración, hemos iniciado nuestro discurso
trayendo a la memoria el modo y método que empela san Ignacio en la Contemplación para alcanzar amor, texto
que está arrimado a la cuarta semana de los Ejercicios espirituales (EE
230-237).
Texto
de san Ignacio
[234] 1º puncto. El primer puncto es
traer a la memoria los beneficios rescibidos de creación, redempción y dones
particulares, ponderando con mucho afecto quánto ha hecho Dios nuestro Señor
por mí y quánto me ha dado de lo que tiene y consequenter el mismo Señor desea dárseme en quanto puede según su
ordenación divina. Y con esto reflectir, en mí mismo, considerando con mucha
razón y justicia lo que yo debo de mi parte offrescer y dar a la su divina
majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien
offresce affectándose mucho:
Tomad, Señor, y
recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo
mi haber y mi poseer; Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno; todo es
vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que
ésta me basta.
[235] El segundo mirar cómo Dios habita en las criaturas,
- en los elementos dando ser,
- en las plantas vejetando,
- en los animales sensando,
- en los hombres dando entender;
y
así en mí dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender; asimismo
haciendo templo de mí seyendo criado a la similitud y imagen de su divina majestad;
otro tanto reflitiendo en mí mismo, por el modo que está dicho en el primer
puncto o por otro que sintiere mejor. De la misma manera se hará sobre cada
puncto que se sigue.
[236] El tercero considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas
criadas sobre la haz de la tierra, id est, habet se ad modum laborantis. Así
como en los cielos, elementos, plantas, fructos, ganados, etc., dando ser,
conservando, vejetando y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo.
Según esto:
1.
Dios
habita en todo ser, en todo y cada uno (los cuatro reinos de la creación).
2.
Dios
trabaja, está activo, en todo y cada uno de los seres.
3.
Dios
SE ESTÁ DANDO cuando habita y cuando trabaja.
4.
Y
se me está dando a mí.
Aplíquese
esto a la inspiración de la Escritura
Aplíquese
esto a la inspiración de la Escritura y diríjase la Teología por estos rumbos:
1.
Dios
se está dando a sí mismo en la santa Escritura a su Iglesia.
2.
Dios
se me está dando “a mí” (precisamente a mí) en las santas Escrituras.
3.
En
todos los libros, en todas las frases, en todas las palabras…, porque no hay
nada de la Escritura que deje de ser don de Dios para su Iglesia, para mí, que
soy Iglesia (pues al Iglesia no existe como ente, sino como personas).
4.
Y,
en consecuencia, guiado por el criterio de la Iglesia, en la escucha y estudio
de la Palabra escrita, puedo aplicarme este criterio que la Iglesia me da para
el uso de los salmos:
“Quien,
por tanto, gusta de la salmodia, medite verso tras verso, dispuesto siempre en
su corazón a responder conforme a la voluntad del Espíritu que inspiró al salmista y sigue asistiendo
también a todo el que con piedad esté dispuesto a recibir su gracia. Por lo
cual, la salmodia, aunque exija la reverencia debida a la majestad divina, debe
realizarse con alegría de espíritu y dulzura amorosa, tal como conviene a la
poesía y al canto sagrado y sobre todo a la libertad de los hijos de Dios”
(Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 104).
In laudem
Christi
Guadalajara,
septiembre 2014