Nota 7.
La Palabra escrita de Dios nos comunica la santidad de Dios,
que culmina en Cristo
Directrices para un enfoque correcto
1. La verdad y la santidad de la Biblia son los dos
rayos de luz que dimanan por igual del corazón de la palabra de Dios, que se
nos entrega como “Palabra inspirada”.
2. La verdad y la santidad en Dios se funden en el
mismo principio originante.
3. Se trata siempre de la verdad de Dios, no del
hombre; de la santidad de Dios, no de la santidad del hombre. Dios sale al
encuentro de hombre para comunicarle su verdad y comunicarle igualmente su
santidad. La Palabra escrita está toda ella impregnada de la verdad de Dios, y
toda igualmente impregnada de la santidad de Dios.
4. Pero tanto la verdad como la santidad se
entregan al ser humano, peregrino en la fe, peregrino del Absoluto, a través
del misterio de la Encarnación, con todas las connotaciones inherentes a este
misterio, a la carne de Cristo.
5. Partiendo de aquí se deshacen todas las
objeciones, que afectan por igual a la verdad de la Biblia, a la santidad de la
Biblia.
6. Teológicamente se ha llegado a formular estas
tesis:
- Tesis primordial: La unidad de toda la Escritura,
que se consuma en Cristo Jesús.
- Tesis derivada: La relación del Antiguo
Testamento y Nuevo Testamento, en base a estos tres principios:
1.
Principio de continuidad.
2.
Principio de ruptura.
3.
Principio de cumplimiento y superación.
Veamos
esta doctrina en la exhortación apostólica Verbum
Domini, que está siendo hasta el momento la guía de nuestras reflexiones:
Relación entre Antiguo y Nuevo Testamento
40. En la perspectiva de la unidad de las Escrituras
en Cristo, tanto los teólogos como los pastores han de ser conscientes de las
relaciones entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Ante todo, está muy claro
que el mismo Nuevo Testamento reconoce el Antiguo Testamento como Palabra de
Dios y acepta, por tanto, la autoridad de las Sagradas Escrituras del pueblo
judío.[131]
Las reconoce
Ø implícitamente al aceptar el
mismo lenguaje y haciendo referencia con frecuencia a pasajes de estas
Escrituras.
Ø Las reconoce explícitamente, pues
cita muchas partes y se sirve de ellas en sus argumentaciones. Así, la
argumentación basada en textos del Antiguo Testamento constituye para el Nuevo
Testamento un valor decisivo, superior al de los simples razonamientos humanos.
En el cuarto Evangelio, Jesús declara en este sentido que la Escritura «no
puede fallar» (Jn10,35), y san Pablo precisa concretamente que la
revelación del Antiguo Testamento es válida también para nosotros, los
cristianos (cf. Rm 15,4; 1 Co 10,11).[132]
Además, afirmamos que «Jesús de Nazaret fue un judío y la Tierra Santa es la
tierra madre de la Iglesia»;[133]
en el Antiguo y Nuevo Testamento se encuentra la raíz del cristianismo y el
cristianismo se nutre siempre de ella. Por tanto, la sana doctrina cristiana ha
rechazado siempre cualquier forma de marcionismo recurrente, que tiende de
diversos modos a contraponer el Antiguo con el Nuevo Testamento.[134]
Además,
el mismo Nuevo Testamento se declara conforme al Antiguo Testamento, y proclama
que en el misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo las Sagradas
Escrituras del pueblo judío han encontrado su perfecto cumplimiento. Por otra
parte, es necesario observar que el concepto de cumplimiento de las Escrituras
es complejo, porque comporta una triple dimensión:
- un aspecto fundamental de continuidad con la revelación del Antiguo Testamento,
- un aspecto de ruptura
- y otro de cumplimiento y superación.
El misterio de Cristo está en
continuidad de intención con el culto sacrificial del Antiguo Testamento; sin
embargo, se ha realizado de un modo diferente, de acuerdo con muchos oráculos
de los profetas, alcanzando así una perfección nunca lograda antes. El Antiguo
Testamento, en efecto, está lleno de tensiones entre sus aspectos institucionales
y proféticos. El misterio pascual de Cristo es plenamente conforme –de un modo
que no era previsible– con las profecías y el carácter prefigurativo de las
Escrituras; no obstante, presenta evidentes aspectos de discontinuidad respecto
a las instituciones del Antiguo Testamento.
41. Estas consideraciones muestran así la importancia
insustituible del Antiguo Testamento para los cristianos y, al mismo tiempo,
destacan la originalidad de la lectura cristológica. Desde los tiempos
apostólicos y, después, en la Tradición viva, la Iglesia ha mostrado la unidad
del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología, que no tiene un
carácter arbitrario sino que pertenece intrínsecamente a los acontecimientos
narrados por el texto sagrado y por tanto afecta a toda la Escritura. La
tipología «reconoce en las obras de Dios en la Antigua Alianza, prefiguraciones
de lo que Dios realizó en la plenitud de los tiempos en la persona de su Hijo
encarnado».[135]
Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto
y resucitado. Si bien la lectura tipológica revela el contenido inagotable del
Antiguo Testamento en relación con el Nuevo, no se debe olvidar que él mismo
conserva su propio valor de Revelación, que nuestro Señor mismo ha reafirmado
(cf. Mc 12,29-31). Por tanto, «el Nuevo Testamento exige ser leído
también a la luz del Antiguo. La catequesis cristiana primitiva recurría
constantemente a él (cf. 1 Co 5,6-8; 1 Co 10,1-11)».[136]
Por este motivo, los Padres sinodales han afirmado que «la comprensión judía de
la Biblia puede ayudar al conocimiento y al estudio de las Escrituras por los
cristianos».[137]
«El Nuevo Testamento está escondido en el
Antiguo y el Antiguo es manifiesto en el Nuevo».[138]
Así, con
aguda sabiduría, se expresaba san Agustín sobre este tema. Es importante, pues,
que tanto en la pastoral como en el ámbito académico se ponga bien de manifiesto
la relación íntima entre los dos Testamentos, recordando con san Gregorio Magno
que todo lo que «el Antiguo Testamento ha prometido, el Nuevo Testamento lo ha
cumplido; lo que aquél anunciaba de manera oculta, éste lo proclama
abiertamente como presente. Por eso, el Antiguo Testamento es profecía del
Nuevo Testamento; y el mejor comentario al Antiguo Testamento es el Nuevo
Testamento».[139]
Las páginas «oscuras» de la Biblia
42. En el contexto de la relación entre Antiguo y
Nuevo Testamento, el Sínodo ha afrontado también el tema de las páginas de la
Biblia que resultan oscuras y difíciles,
por la violencia
y las inmoralidades
que a veces contienen.
A este
respecto, se ha de tener presente ante todo que la revelación bíblica está
arraigada profundamente en la historia.
El plan
de Dios se manifiesta
progresivamente en ella y se realiza lentamente
por etapas
sucesivas, no obstante la resistencia de los hombres.
Dios
elige un pueblo y lo va educando pacientemente.
La
revelación se acomoda al nivel cultural
y moral de épocas lejanas y, por tanto, narra hechos y costumbres como, por
ejemplo, artimañas fraudulentas, actos de violencia, exterminio de poblaciones,
sin denunciar explícitamente su inmoralidad; esto se explica por el contexto
histórico, aunque pueda sorprender al lector moderno, sobre todo cuando se olvidan
tantos comportamientos «oscuros» que los hombres han tenido siempre a lo largo
de los siglos, y también en nuestros días. En el Antiguo Testamento, la
predicación de los profetas se alza vigorosamente contra todo tipo de
injusticia y violencia, colectiva o individual y, de este modo, es el
instrumento de la educación que Dios da a su pueblo como preparación al
Evangelio. Por tanto, sería equivocado no considerar aquellos pasajes de la
Escritura que nos parecen problemáticos. Más bien, hay que ser conscientes de
que la lectura de estas páginas exige tener una adecuada competencia, adquirida
a través de una formación que enseñe a leer los textos en su contexto
histórico-literario y en la perspectiva cristiana, que tiene como clave
hermenéutica completa «el Evangelio y el mandamiento nuevo de Jesucristo,
cumplido en el misterio pascual».[140]
Por eso, exhorto a los estudiosos y a los pastores, a que ayuden a todos los
fieles a acercarse también a estas páginas mediante una lectura que les haga
descubrir su significado a la luz del misterio de Cristo.
[131] Cf. Propositio 10;
Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo judío y sus sagradas Escrituras en la Biblia
cristiana (24 mayo 2001), 3-5.
[134] Cf. Pontificia Comisión Bíblica,
El pueblo judío y sus sagradas Escrituras en la Biblia
cristiana (24 mayo 2001), 19; Orígenes, Homilía sobre Números
9,4: SC 415, 238-242.
[141] Juan Pablo II, Mensaje al rabino jefe de Roma (22 mayo 2004): L’Osservatore Romano,
ed. en lengua española (28 mayo 2004), 1.
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